Un grupo de científicos describe las señales que empujan al corazón hacia el lado izquierdo durante el desarrollo embrionario
Los primeros meses de vida de un ser humano parecen una acumulación de éxitos improbables. Desde el momento en que el espermatozoide se une al óvulo, la información contenida en su interior comienza a construir una persona. Los genes producen proteínas con las que se construyen células que se acumulan en lo que al principio parece una masa sin forma. Poco a poco, una serie de señales bioquímicas perfectamente programadas van dotándola de orden para que comience a parecerse al individuo que será cuando el proceso haya terminado.
En ese periodo, las células viajan de un lugar a otro, colocándose en el sitio que les corresponde para formar cada órgano en el lugar adecuado. Cuando acabe este trasiego, las células perderán esa capacidad para trasladarse. Se tratará a partir de entonces de crecer y desarrollarse primero para comenzar a envejecer más adelante. Quizá en algún momento, probablemente cuando el organismo ya esté gastado, algunas células recuperarán su capacidad para moverse. Será señal de que hay problemas.
Hoy, un grupo de investigadores del Instituto de Neurociencias (IN) de Alicante, un centro mixto del CSIC y la Universidad Miguel Hernández, ha publicado un trabajo en el que explican parte del proceso de formación de un ser humano: por qué tenemos el corazón en el lado izquierdo del cuerpo. En un artículo que aparece en la revista Nature, los autores ofrecen una explicación para el origen de esta asimetría.
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